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Cuando te topas con noticias frecuentes en los medios sobre los inconvenientes económicos vinculados a las tarjetas revolving, es natural que te plantees si la tarjeta de crédito que adquiriste de tu banco anteriormente pertenece a esta categoría de créditos al consumo.
A continuación, te proporcionamos una explicación de manera clara y fácil de entender acerca de las diferencias fundamentales entre una tarjeta revolving y una tarjeta de crédito.
¿Tarjeta de crédito o tarjeta revolving?
La distinción principal entre una tarjeta revolving y una tarjeta de crédito convencional radica en su modalidad de funcionamiento. Aunque ambas permiten aplazar el pago de las compras, la tarjeta de crédito convencional requiere saldar la deuda en su totalidad en la fecha establecida en el contrato, generalmente a fin de mes. En cambio, la tarjeta revolving posibilita el pago en cuotas mensuales fijas, establecidas en la firma del contrato, acompañadas de elevados intereses que, en ocasiones, el Tribunal Supremo considera como usura cuando superan en seis puntos porcentuales el tipo medio (en torno al 20%) en comparación con la media de intereses de las tarjetas de crédito.
Esta diferencia fundamental da lugar a otra distinción significativa entre ambas. Los créditos asociados a las tarjetas revolving se renuevan con cada periodo de pago, ya que, al tener cuotas fijas mensuales, cualquier gasto que exceda esa cuota se acumula. Además, se suman los altos intereses y comisiones inherentes a este tipo de crédito al consumo. Encontraste, en las tarjetas de crédito convencionales, el consumidor abona el gasto realizado en la fecha estipulada, junto con los intereses correspondientes, sin acumularse para el siguiente mes.
En resumen, a pesar de que el consumidor de tarjetas revolving pague una cuota fija mensual, la deuda continúa aumentando mes a mes, generando un saldo mayor con el tiempo. Esto contrasta con las tarjetas de crédito, donde la cuota mensual varía según el gasto, sin acumularse de un mes a otro.
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